A Alejandro Hope, gran persona y extraordinario analista q.e.p.d.

Al inicio de su administración el presidente López Obrador anunció varios proyectos en beneficio de los mexicanos. El más controversial, sin duda, la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles en sustitución del NAIM, que registraba ya 40% de avance y más de cien mil millones de pesos gastados. Siguieron la refinería Dos Bocas, el tren Maya y el Tren Transístmico, el primero ubicado en Tabasco, su estado natal y los otros dos en el sureste del país.

Según los especialistas, cuando el Estado se embarca en grandes obras de infraestructura se tienen que considerar al menos cinco variables: pertinencia, esto es ¿existe una necesidad clara del proyecto?; sustento técnico, ¿el proyecto es realizable en la forma en que está planteado?; planeación robusta, ¿presupuesto y tiempos son realistas?; rentabilidad social y/o económica y viabilidad administrativa, esto es, instancias con capacidad y conocimiento para desarrollar y administrar el proyecto.

Evaluar cada uno de los proyectos emprendidos por la 4T bajo este prisma rebasa la extensión y pretensión de este artículo, pero algo podemos decir. El aeropuerto Felipe Ángeles, que pretendió sustituir al NAIM, resultó en un fiasco. Un pequeño aeropuerto que no cubre ni el 20% de los vuelos del Benito Juarez. Un proyecto que no es pertinente, construido y administrado por una instancia improvisada y de muy dudosa rentabilidad económica y social.

En cuanto a pertinencia la refinería Dos Bocas, en Tabasco, resulta igual o peor que el aeropuerto Felipe Ángeles. En este caso, además de la ausencia de sustento técnico y financiero, es un proyecto que va a contracorriente de las tendencias mundiales de generación de energía, ha llevado mucho más tiempo y recursos de los previstos, es de muy dudosa rentabilidad económica, contaminante y con daños ecológicos considerables.

El Tren Maya tampoco cumple con la mayor parte de las condiciones planteadas. De muy dudosa pertinencia como detonador de desarrollo, generador de un grave daño ecológico a lo que nos queda de selva y de cuestionable rentabilidad económica.

Todos estos proyectos han consumido más tiempo y recursos de lo previsto y anunciado inicialmente y, a pesar de un decreto para que las dependencias simplificaran al máximo el otorgamiento de permisos y licencias, de que la mayor parte de los contratos se hicieron por asignación directa y que en casi todos los casos la información sobre gastos, contratos y desarrollo del proyecto se clasificó como información reservada por seguridad nacional, en general presentan retrasos y lagunas financieras considerables.

Salvo el aeropuerto Felipe Ángeles que ya esta terminado y en funcionamiento (más o menos con la quinta parte de la capacidad que hubiese tenido el NAIM), el resto de los proyectos está inconcluso y con bajas perspectivas de que se concluyan e inicien operaciones antes de que termine la presente administración.

El actual gobierno heredó la obra inconclusa del tren rápido México-Toluca. En materia de infraestructura los próximos gobiernos recibirán además un legado de la 4T de obras muy costosas, inconclusa y de dudosa pertinencia y rentabilidad. Un problema adicional será que, al menos tres de estas grandes obras, las puso el presidente en manos de militares que por razones de “seguridad nacional” tienen la buena costumbre de no dar cuentas a nadie o que nadie las cuestione cuando las llegan a presentar.

En días recientes la SHCP informó que el primer trimestre de 2023 los ingreso federales cayeron en 5.5% en relación con el mismo periodo del año anterior, la peor caída desde el primer trimestre de 2018. Habrá ahora menos recursos para gastar. Como siempre es un tema de prioridades. ¿Se van los recursos a proyectos de salud y educación, que buena falta hacen, a las obras emblemáticas del presidente o los gastos informales para asegurar la permanencia de Morena en el poder? Haga sus apuestas.

Lo que resulta irrefutable es el hecho de que, no obstante sus buenas intenciones, el presidente López Obrador y su equipo tiene muchísimo que aprenderle y envidiarles a los neoliberales en materia de diseño y ejecución de proyectos de obra pública. Los hechos no mienten y la realidad no perdona.

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